La muerte de Santos Lino Ramírez


Miércoles, 8 de Octubre de 2014

(Tomado de su publicación en el Diario De Hoy de esa fecha)
Decían los soldados que Santos Lino Ramírez, Comandante César, solía convertirse en perro, piedra o racimo de guineo para evadir la muerte. Fue un tío suyo que allá en su tierra natal, Tres Calles, echó a correr el rumor de que Santos Lino había hecho pacto con el Diablo y que por eso lo amaban las mujeres y era inmortal.
San Agustín Tres Calles, en el sur de Usulután, tenía fama de ser un pueblo de hombres que dirimían asuntos de honor a machetazos. Desde pequeño, pues, Santos Lino aprendió el arte del machete. Ya de adolescente se hizo alto y esbelto. Además era medio rubio.
Aseguraban que el Chele era capaz de lanzar un coco al aire y pelarlo con el machete antes de que cayera al suelo. El mujeral se moría por él. Varias novias arrebatadas, fueron causa de muchas de sus peleas a machetazo limpio, de los cuales salió siempre incólume.
En las fincas donde trabajaba ganando un colón con 25 centavos, por jornadas de 10 horas, terminaban corriéndolo porque protestaba por el maltrato de patrones y caporales. Por rebelde nadie le daba trabajo. Se metió a la Policía Nacional. Fue campeón de tiro con pistola y fusil. Y allí también, entre guardias y policías, se corrió la leyenda de que tenía el poder de transformarse en cualquier otra persona, animal o cosa.
Dicen qué era implacable con los ladrones y violadores, pero que se negó a agarrar a garrotazos a los maestros en huelga y a los estudiantes que salían a protestar contra la guerra de Vietnam, en los desfiles bufos de los Sesenta y Setenta. Por eso y por no dejarse joder de oficiales abusadores, lo comenzaron castigar por todo. Dejó la Policía y tras una breve temporada como obrero en San Salvador se enroló en 1973, en la naciente guerrilla del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
En 1974, sacudió al país, cuando apareció en televisión, tras un operativo guerrillero para tomarse el canal, lanzando un mensaje revolucionario. Allí estaba en la pantalla, alto, armado y con pasamontañas, diciendo que fue policía y que ahora era un soldado de los pobres. La leyenda del policía, que era brujo y después guerrillero comenzó a crecer más.
Fue uno de los más osados guerrilleros urbanos en los Setenta, y uno de los más temidos comandantes de campo en los Ochenta. Donde pasaba su columna formada por sus paisanos de Tres Calles, no volvía a crecer la hierba. Los trescalleños preferían pegar los balazos entre ceja y ceja para ahorrar munición. Consideraban que tenderse era una mariconada y preferían parapetarse detrás de una pared o un palo o de nada.
La dirección del ERP pidió a sus comandantes que hicieran conciencia en los combatientes para que, durante las incursiones a los pueblos, no tocaran nada de los civiles. El Chele, esto yo lo vi y oí, les dijo a los suyos: "Al que robe, lo mato". Eso fue todo su discurso. De verde olivo, Santos Lino, parecía un asesor gringo. Feroz en el combate. Gran contador de chistes en la fogata de la cocina guerrillera, solidario y humilde.
Cuanto todo terminó, sin paraísos de pobres como el soñó, se fue, ironía del destino, a Estados Unidos, la tierra del imperialismo al que tanto había combatido. Regresó hace dos años para trabajar como empleado del Ministerio de Obras Públicas. Cogió un cáncer en el estómago que terminó venciéndolo. Murió el viernes pasado.
Fui a su vela en capilla humilde. Me impresionó vivamente ver su cadáver rígido, pero elegante, barbado, vestido con primor por su amorosa familia. Allí estaba como dormido con un crucifijo aferrado entre las manos.
Nació pobre, vivió pobre, luchó fieramente por los pobres. Idealista, bravo, soñador. Y murió pobre llorado por sus compañeros de lucha y sobre todo por los pobres de su tierra. Murió Santos Lino. Su leyenda sigue viva.

CHELE CESAR - Recuerdos en Blanco y Negro


“CHELE CESAR”
Santos Lino Ramírez Menjivar

RECUERDOS EN BLANCO Y NEGRO.
Escrita por Alejandro Montenegro

7.

Santos Lino Ramírez (El Chele Luis) cuando tomó la decisión de ingresar al Ejército Revolucionario del Pueblo, (ERP) a principios de los años setenta, era miembro activo de la Policía Nacional de El Salvador. Se dijo en aquella época que el paso que dio Santos fue un golpe contundente a la moral de los miembros de ese cuerpo.
A partir de ese momento el Chele Luis se convirtió en una leyenda, cuentos por aquí, cuentos por allá, se cruzaba la realidad con la creatividad de la población.
Contaban por esos días los campesinos del oriente del país que lo veían por las noches cabalgar en un caballo blanco, con sombrero ala ancha, un fusil en su mano derecha y cananas terciadas al pecho, al estilo Pancho Villa.
En una ocasión se encontró en un bus a un ex compañero de la Policía y este desde la parte de atrás se le fue acercando poco a poco con los dos brazos en alto agarrando los dos tubos del techo, el Chele Luis interpreto rápidamente que el hombre se le acercaba en paz. Intercambiaron unas palabras y no paso nada.
Otro día, con Joaquín Villalobos, se conducían en un carro de oriente a la capital y en un reten de la policía les dieron la señal de alto. Pero casi de inmediato les dieron también la orden de que continuaran la marcha; el policía a cargo había reconocido al Chele y en un acto de temor o de ayuda los había dejado pasar.
También recuerdo que a mediados de 1976, a raíz de la deserción de Juan José Yánez (Valle) y las capturas de Ana Guadalupe Martínez y Marcelo, fuimos con Jorge Meléndez (Jonás) a buscar unos documentos y algunas armas, a una casa ubicada en la Colonia Guatemala, y el Chele Luis se quedo con otros compañeros dándonos seguridad en la parte de afuera. Meses después, al quedar en libertad Ana Guadalupe, nos informo que esa noche éramos vigilados desde un carro por Agentes de la policía, pero que no se atrevieron a hacer nada porque habían reconocido al Chele Luis.
Alto, blanco y flaco, todos los días estaba lleno de ánimo y alegría, en los ratos de ocio no paraba de contar chistes, uno tras otro, demostrando que contaba con un repertorio inmenso. En las prácticas militares de la guerrilla urbana y en su descanso, no paraban los compañeros de reírse, cuando los entretenía con ese chorro de bromas y chistes que el Chele Luis manejaba con tanta maestría.
Era fuerte y hábil en el combate cuerpo a cuerpo, un solo hombre no era capaz de derribarlo, lo poníamos a pelear varias veces y cuando ya estaba cansado, le metíamos tres de una sola vez, era la única forma que había para neutralizarlo y tumbarlo en aquellos ejercicios de preparación que realizábamos en aquella época.
Jefe indiscutible de la zona de San Agustín Tres Calles, en el departamento de Usulután; y en Marzo de 1983, en el norte de Morazán, juramentado como jefe de columna de la BRIGADA RAFAEL ARCE ZABLAH (BRAZ), esa gloriosa fuerza militar del ERP que logro innumerables victorias en la guerra.
Se había hecho realidad aquella visión de los campesinos de la década del setenta, se le podía ver con su sombrero, fusil y sus cananas terciadas al pecho, lo único que sin el caballo blanco.
Dos años después de los acuerdos de paz, pregunte por el, unos me dijeron que se había marchado a Estados Unidos, otros que dirigía en San Miguel una cooperativa de ex militantes del ERP ..…….. Donde quiera que se encuentre ese gran guerrero, mis respetos y reconocimiento por esa heroica labor que realizó por casi dos décadas, arriesgando la vida todos los días y a cada minuto guiado únicamente por los ideales de conquistar un país mejor para todos.


Alejandro Montenegro.
Lunes 1 de Octubre 2012.


BREVE HISTORIA DEL CHELE CESAR



BREVE HISTORIA DEL
“CHELE CESAR”
Santos Lino Ramírez Menjivar
Escrita por Hector Ángel Ibarra Chávez (Genaro)
Recogida de su red social


Genaro: ¿Cómo fue que siendo miembro de la Policía Nacional te decides por entrar a la guerrilla?
Chele César: En los años sesenta yo ganaba 1.25 de colón en las fincas por jornal de 10 horas. Pero después, nadie me daba trabajo ya que me consideraban “revoltoso”. A la policía entré pues mi hermano mayor me dice un día: Mirá vos, ¿no quisieras entrar a la Policía Nacional? ¡Fijaté que ahí ganan 150 pesos y les dan permiso para estudiar! Entonces, le entro porque yo lo que quería era ganar más pisto y seguir estudiando, y –como te digo–, a mí nadie me daba trabajo en las fincas de la zona, porque me tenían considerado como subversivo. Pero ya estando en la policía fue difícil. Cuando comencé a solicitar permiso para estudiar, me lo negaron, y al siguiente año volví a solicitar permiso y me lo volvieron a negar. Entonces sentí una gran frustración y un gran coraje y, además, era rebelde. Entonces, eso me hizo reaccionar contra la institución, de forma que comencé a protestar por todo. Que si la comida era mala, protestaba, que por el mal trato de los oficiales, protestaba; que por las órdenes arbitrarias, que por los malos servicios, que por la corrupción de los oficiales “pirracheros”, en fin, ¡por qué puta no protestaba! Entonces se da otro problema: yo me negaba a actuar contra las organizaciones y a participar en la represión contra las movilizaciones populares.
Fijaté Genaro, en 1968 hubo manifestaciones de maestros en San Salvador, de la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES), el 21 de junio; y como me negué a reprimir, entonces los oficiales comenzaron a mirarme con desconfianza. Yo les decía, al oficial y a la tropa: que no participaba ni contra estudiantes, ni gente del pueblo. Contra mañosos sí, pero no contra el pueblo. Entonces se dio una situación jodida para mí, porque a los oficiales no les parecía y buscaban pretextos para joderme y castigarme. Entonces, me comenzaron a suceder cosas bien jodidas. El primer castigo fuerte que tuve fue en la guerra del 69…
Elementos, sectores y movimientos promotores de la renovación interna de la Fuerza Armada, se manifestaron con cierta regularidad contra las arbitrariedades cometidas por oficiales de alta graduación. Pero como en la mayoría de instituciones castrense de estos países, en la de El Salvador, se impone la irracionalidad y la fuerza, a través del código de guerra que castiga con pena de muerte a quien es sospechoso de conspirar contra la institución, o quien es acusado por un militar de mayor rango de traición a la patria.
Genaro: ¿Dónde estabas durante la Guerra del fútbol?
Chele César: Para esa guerra a mí me mandaron con una unidad de la Guardia Nacional al Amatillo, en la frontera con Honduras. Entonces, nosotros ya teníamos 20 días de estar haciendo turno con sus días y noches, y en una de esas llegó el oficial de la Guardia y como yo estaba medio dormido en la punta del Puente Goascorán, me da una patada en el trasero, en vez de hablarme. Entonces, yo me encachimbo y le pongo el cañón del fusil en el pecho. Nos insultamos, pero yo me lo llevé reculado hasta el puesto de mando encañonado con el fusil y amenazándolo de que la próxima vez lo iba a matar. Ahí quedó todo y me quedé defendiendo mi trinchera y peleamos las famosas cien horas y después se acabó la guerra y cada quien regresó a su cuartel respectivo. A mí me mandaron a Santa Ana; ahí estaba destacado. Y a los días, llega la Orden General, donde aparezco entre los castigados. Y ni modo, ya viendo que tengo orden de arresto de 90 días por haberme rebelado contra un oficial, pues voy al puesto de mando y me dice el jefe del cuartel: “Por haber ganado la guerra, no fue sometido a consejo de guerra, donde de seguro le iba a tocar fusilamiento o prisión”. Bueno, por esa situación excepcional sólo me habían aplicado 90 días de arresto en bartolina y, pues, pagué los 90 días en bartolina. Pero esto sólo fue una de tantas, porque vergo de veces más que me rebelé y me castigaron, hasta que un día me insubordino en el cuartel y me mandan desarmar y nadie se atreve a cumplir la orden, ya que, además, había sido campeón de tiro con pistola y me tenían miedo los oficiales y la tropa me respetaba pues veían que los defendía y nunca antes nadie se había atrevido a desafiar a los oficiales y a la institución; por eso en esa insubordinación tuvo que intervenir el Director de la Policía para decirme que entregara el arma y que causaba baja de ese cuerpo. Después me hice guerrillero y entre al ERP a inicios de los setenta…
Del libro BRGADA RAFAEL ARCE ZABLA ¡MISIÒN CUMPLIDA!


BREVE HISTORIA DEL CHELE CESAR
(2ª Parte)
Genaro: ¿Cómo fue que te integraste a la guerrilla?
Chele César: Cuando salí del cuartel me fui a trabajar a una fábrica de cueros (CARSA), donde conocí a Saúl Mendoza de seudónimo “Víctor”, que fue quien me recluto para el ERP trabajando en esa fábrica. Solo que en 1973 hicimos una huelga, y después de que rompen la huelga con la guardia a los organizadores nos echaron a la m… y a Víctor y a mí por ser de los principales nos botaron y solo quedo un compa que no estaba quemado Beto “Peludo”. Solo que después del problema de la división por el asesinato de Roque Daltón, ellos se van con la RN, y yo me quede con el ERP.
Genaro: ¿Y vos porque te quedaste en el ERP si “Víctor” que era tu responsable se fue a la RN?
Chele César: Es que te estoy hablando de fines de 1972 o 73, y en ese tiempo que eran casi los inicios de la organización, todos éramos del ERP y lo de Roque fue en mayo de 1975. Ya para entonces ellos seguían trabajando en la organización de masas y yo pertenecía a un comité militar. Ellos estaban ya en otra estructura, y ya no los veía porque todo era compartimentado y clandestino.
Genaro: ¿Quiénes pertenecían a ese comité militar?
Chele César: Primero forme parte de un comité militar que dirigía Vladimir Roger “el Seco Humberto”, donde estaban Jonás, Juan “el Mumucho” y otro compa de seudónimo Jesús. Después reclute a Guillermo Posadas “Raúl Negro” que llego a ser jefe del regional de Santa Ana y cayó durante la masacre de Cutumay Camones. Y yo forme parte de ese comando durante buena parte de 1973 y del 74, que fue cuando empecé a llegar a Tres Calles con fines de integrar gente a la organización.
Genaro: ¿Y cuáles fueron las más importantes operaciones militares en las que participaste con ese comando?
Chele César: Uh con ese comando hicimos vergo de operaciones militares, asaltamos bancos, armerías, recuperamos armas a vigilantes y serenos. Fueron muchas operaciones militares que ya ni me acuerdo. Pero ya operaciones más fuertes como el secuestro de Poma o la toma de Villa el Carmen que fue donde cayó Lito Arce, las hicimos con fuerzas combinadas con varios comandos. Pero eso fue después, ya como ERP-PRS. 

ENTREVISTA REALIZADA EN FEBRERO DE 2014
En algunos cantones como San Agustín Tres Calles, se inicia un proceso de integración a esta población a las estructuras políticas y militares del ERP, a través de ciertos liderazgo carismáticos, como el que ejerce Santos Lino Ramírez, el comandante Chele César en esa zona.
Genaro: ¿Cómo y quién inicia el trabajo político en San Agustín tres Calles?
Chele César: Yo lo inicio en 1974, cuando el partido me envió a buscar gente para incorporarla a la organización y a la lucha. San Agustín Tres Calles era un pueblo grande. El trabajo en ese pueblo para asuntos de la lucha revolucionarias era yuca, porque era un pueblo donde la gente tenía fama de ser buena para el machete.
La gente de ahí tenía una tradición algo machista y la fama del cantón en eso era grande. Porque ahí familias enteras se acababan a machetazos por cualquier rencilla, o una de las dos familias que se enfrentaban terminaba por irse del pueblo. Por ejemplo, te conté cómo por allá por los años sesenta, hubo dos familias –los Calleja y los Chavarría– que se entraron a machetazos por una disputa que comenzaron las mujeres a causa de un pozo de agua. Y se dieron casi todo un día con un pijo de muertos y heridos de un bando y otro, hasta que los Chavarría terminaron por irse del pueblo. Se acababan las familias y eso le daba fama al pueblo de peligroso hasta puntos que la Guardia no entraba al pueblo.
En ese pueblo sobraba quien se rifara con los de la Guardia. Y es que ahí, olvidaté que los guardias iban a llegar como llegaban a otros pueblos: sólo ordenando que les dieran comida en cualquier casa, o que alguna cipota les gustaba y se la iban a arrastrar sólo por ser autoridad. ¡No papá, en Tres Calles sí que no! A mí, por ejemplo, me quiso matar un primo que se llamaba Agustín Menjívar, que era un criminal de vocación, pero que mataba a traición. Ya hasta tenía sus áreas donde esperaba a la gente para matarla. Y tenía varios muertos en la lista, y a veces mataba a la gente por cualquier cosa. Era un psicópata. Ya había matado a varios y también mujeres.
Entonces, cuando comencé a trabajar para la organización, allá por el 74, él ya era malo.
Cuando yo llego, hubo gente que rápido se hizo a la lucha. En el caso de mi mujer, Amelia Astorga1, llegó la Guardia a matarla a su casa y masacró a parte de la familia, porque alguien dio el pitazo de que estaba ligada a la guerrilla. Claro, algunos ricos y pistoleros, que veían afectados sus intereses, lo tomaban como algo peligroso.
Esto incluía a una parte de mi familia, así lo veían. Una parte de los Menjívar buscaban eliminarme porque me veían como un peligro. Pero no eran todos los Menjívar, sino sólo una parte. Particularmente un tío Emilio, que comenzó a platicar babosadas en contra mía. Decía que era ¡comunista! y como él estaba conectado con los paramilitares de ORDEN, pues para él yo era malo: que les quitábamos los niños a las familias y que les quitábamos el ganado, sus casas y no sé qué tantas babosadas.
Ese mismo tío le pagó a Agustincito para que me matara. Pero como no pudieron, después andaban diciendo que yo ¡era brujo! Que tenía oraciones que embrujaban y que tenía la piedra de no sé qué y que a lo mejor estaba pactado con el diablo, etc. (risas). Claro que esa creencia a mí me favoreció en cierta forma, porque hasta los guardias se la creían y me agarraron más miedo. También la autoridad me buscaba para matarme. Entonces, se comenzó a rumorar un pijo de cosas de mí, que si la gente me veía por lugares que yo nunca he caminado, o que alguien me había visto que me transformaba en chucho, en piedra, en árbol, en cualquier babosada. En San Salvador, por ejemplo, un médico amigo de mi sobrina le decía a ella que yo llegaba a casa de él. Pero yo ni siquiera lo conocía, ni sabía quién era. Y entonces, comenzaron a crear mitos de que yo le daba pisto a la gente y que yo curaba, que no le hacía nada a las cipotas sino que siempre las protegía, que hacia milagros.
Genaro: ¿Entonces usted era el Chele-brujo? (Risas).
Chele César: Pues sí. Eso decía la gente, que yo era un brujo bueno y que ayudaba a la gente y no les hacía daño…
Genaro: ¿Cómo es que en esta zona la gente le entró de lleno a lo militar, sin pasar por la organización social?
Chele César: En general, la gente era bien pobre y muy analfabeta. Por esta situación es que a esta población se le consideraba muy violenta. La gente estaba hecha mierda y por esa situación era una población muy machista. Estaba acostumbrada a defender sus derechos a punta de machete. Pero esto era así, cuando todavía no había organización revolucionaria. Cuando vine, y la gente comenzó a organizarse en los Comités Militares, los que eran muy violentos y hasta asesinos, se comenzaron a ir del pueblo.
Genaro: ¿Cómo es que se daba aquí esa violencia que dices?
Chele César: Por ejemplo, si había una cipota bonita que le gustaba a algún muchacho, por lo general no había noviazgo. El novio se robaba a la cipota para ahorrarse lo del casorio. Luego ya empezaba la bulla de que se habían “arrastrado a la tal cipota” y esto a veces provocaba enfrentamientos entre familias. Aunque también la gente se enfrentaba por otras cosas, como algún ojo de agua, un pedazo de tierra o, simplemente por andar bolos en los bailes. La gente tenía un tipo de violencia machista.
Pero una violencia formada por las mismas condiciones que les imponían los ricos. El trabajo era demasiado duro y la Guardia muy represiva. Va por ejemplo: los capataces te daban tareas muy grandes, que la gente casi nunca terminaba. Y entonces, los capataces no te apuntaban las tareas (realizadas) y eso generalmente terminaba en bronca. Porque el jornalero terminaba puteando al capataz y en ocasiones hasta había macheteado por eso y casi siempre llevaba la peor parte el peón porque venía la Guardia y lo arrastraba a la cárcel o simplemente lo mataba.
En ese pueblo, la mayoría de la gente trabajábamos en las cortas desde muy jóvenes y sólo te pagaban 1.25 de colón por jornal, de 7 a 16 de la tarde. Y era una situación jodida de muchos maltratos por los capataces. Yo veía como veía como esto toda repercutía en el carácter de la gente. Los jóvenes puteaban a la mamá, al papá, a todo mundo, y de repente se daban verga entre familia con el machete. Y luego el problema del vicio del alcohol que estaba bien arraigado. Eso generó una cultura de mucho machismo. Para la organización de la gente, no fue tan fácil, la gente era machista, pero no le entraba tan fácil a las tareas militares. Y lo que pasó es que está fue una de las primeras zonas en que el ERP inicia la organización política, y donde se da una de las primeras masacres. Porque el 20 de julio de 1975 masacran a la familia de Amelia Astorga1, que era mi esposa…
Del libro: BRIGADA RAFAEL ARCE ZABLAH ¡MISIÓN CUMPLIDA!
1Nota introducida por Carlos Argueta (Chiquito): “El apellido de la familia era Ostorga no Astorga. Yo vistaba esa zona en el año 1979”.


BREVE HISTORIA DEL CHELE CESAR
(3a Parte)

Genaro: ¿Que otras tareas realizaste?
Chele Cesar: Aah, pues por 1975 se inició la actividad de organización de los comités militares en Morazán, porque ya antes (Rafael) Arce Zablah se había contactado con algunos líderes religiosos y con el padre Miguel Ventura que era el párroco de mayor influencia en la zona, y el por medio de la teología de la liberación había organizado una base social importante en esa región. Entonces, para cuando llegamos nosotros ya había una organización grande, y nuestra misión ahí fue estructurar los comités militares y preparar a la gente en lo político hablándoles de la necesidad de una lucha insurreccional y comenzamos también la preparación militar de la gente. Entre los primeros que llegamos a Morazán con esa misión fue Balta y yo.
Genaro: ¿Y cuándo fue que estuviste en Honduras?
Chele Cesar: Eso fue ya a fines del 77, porque ya la CG (Comandancia General) había enviado algunas bases de Morazán a formar redes para abastecer de explosivos y armamento a la organización que para esos años ya se preveía un desenlace militar, y es que ya también se veía que agarraba fuerza la lucha armada y la insurrección sandinista y el posible desenlace revolucionario en Nicaragua. Entonces para cuando yo llego a Tegucigalpa ya estaban ahí algunos compañeros (as) como José el hermano de Esther y tres hermanas de Lety (Haide, Mabel y Margarita), y la función mía era organizar la introducción de todo ese material a El Salvador. Material que se compraba en los laboratorios (clorato de potasio, nitrato de amonio y azufre). Y se dio una cosa chistosa, porque en Tegucigalpa barrimos con todas las reservas de los laboratorios y ya nadie quería vendernos el producto porque se sabía que eso era utilizado para explosivo y la inteligencia hondureña ya andaba buscándonos. Entonces nos fuimos a San Pedro Sula y compramos también todo lo que tenían los laboratorios y hasta las farmacias.
Genaro: ¿Y todo eso venía para El Salvador o también para Nicaragua?
Chele Cesar: El material explosivo venía para El Salvador, pero algún armamento se le envió a los sandinistas como un gesto de solidaridad con su lucha, porque la organización mantenía una relación muy estrecha con los terceristas. Y lo otro fue comenzamos a enviar gente a apoyar la revolución sandinista y la organización envió a varios compas de Morazán con la idea de apoyar militarmente la insurrección y que agarraran experiencia para luego reintegrarse a la lucha salvadoreña. Porque de aquí se fue Altagracia, Alfredo, un Kiko (hermano de Javier Negro), Mincho (hijo de Piedad) y un Benito. También iba “Memo” (William Pascacio) que llego a tener responsabilidades importantes en el ejército sandinista durante la insurrección. Y bueno, después ellos enviaron a fines del 79 a varios oficiales a incorporarse a la lucha salvadoreña (Pedrito el Hondureño, Charrascas, Frank, Mario Chocho, una compa Cecilia, un Armando y otros que no recuerdo). Y toda esa gente la enviábamos o recibíamos nosotros desde Honduras y la canalizábamos hacia los frentes de guerra.
Genaro: Y para los grandes operativos y las campañas militares en El Salvador en 1980 ¿qué hiciste?
Chele Cesar: Mira, a fines de 1979 o ya el 80 se dio una situación bien jodida con la dirección del ERP, porque perdimos un importante cargamento de armas debido a que se nos infiltro la CIA a través de los hondureños del Frente Morazanista de Liberación (los flacos), y a mí me sancionaron debido a que se perdió ese cargamento de armas y todo el pisto que se pagó a unos traficantes de armas. Porque las armas se compraban en el mercado negro o a los oficiales catrachos que eran bien corruptos, y en ese trato se perdió un vergo de pisto. Y por ese problema me destituyeron del Comité Central y me quitaron todas las responsabilidades, y apenas la libre de que no me dieran mecha por ese problema. Entonces ya en el 80 estaba de regreso en El Salvador ya sin ninguna responsabilidad. Y lo que hice fue integrarme como un combatiente más. Acordate que en 80 empezaron los grandes operativos militares de la Fuerza Armada, y a mí me destacaron al frente sur, ya con miras a los preparativos de la ofensiva del 10 de enero de 81.

ENTREVISTA REALIZADA EN
FEBRERO DE 2014
¡Si ser crítico, no es ser revolucionario!
¿ya no entiendo que es ser revolucionario?
No sé porque de la naturaleza, pero algunos árboles como los pinos y sauces, acompañados de la lluvia simbolizan la tristeza. Los cierto es que las tardes lluviosas solían ser cafeteras y de tertulia. Lo normal era que aquellas reuniones informales las iniciará el Chele. El Chele era un conversador empedernido. Siempre tenía anécdotas o historias que contar a flor de boca.
Recuerdo una de aquellas tardes en que comenzamos la tertulia haciendo burla a las “puntadas dialécticas” del Coronel Vargas. La Chaparra que era una gran jodedora y aficionada al teatro propuso que hiciéramos un teatrillo para conmemorar el día internacional de la mujer e involucráramos a Vargas y sus “puntadas dialécticas” en aquella obra.
—¡Yo propongo que el “crápula” de Genaro la haga de Vargas!
—No sé que es eso de “crápula”, pero sí es algo así como maricón. Mas crápula eres vos –le dije.
Todos nos echábamos a reír con las puntadas de aquella vasca que en sus fueros externos aparentaba nunca perder el entusiasmo. En fin que acordamos hacer el teatrillo y hasta definimos los papeles y comenzamos los ensayos. No se realizó por la inestabilidad que nos provocaba aquel operativo que fue el más largo de la guerra. Duro como un año.
Por lo general, todo mundo se dormía temprano por aquello del frío, los más aferrados a aquellas tertulias éramos el Chele y yo que en ocasiones nos dormíamos a altas horas de las noches. Esto es que el Chele debía mantener el canal de la comunicación abierto por algún imprevisto y yo me quedaba a hacerle compañía.
En una de aquellas noches cafeteras, recuerdo que el Chele comenzó a platicarme sobre sus experiencias con los Sandinos:
—¡Mire cuate! entre 1789-80 fungí como enlace entre la fracción “tercerista” del Frente Sandinista y nuestro frente... una de mis principales enlaces era una paisana suya…
—¿No se llamaba Araceli?
—¡Sí! ¿Creo que así se llamaba? Era chelita, muy culta, arrecha pa’ darse pija y muy linda...
—¡Decís vos que era chelita, culta, combativa y muy linda! ¿Era antropóloga?
—¡No sé! ¿Creo que estudiaba en una universidad de jesuitas? Pero no estoy muy seguro...
—¿Parece que es una que conocí en unas huelgas en México, pero no estoy seguro de que sea ella? –le dije. ¡Nunca la volví a ver! ¡Alguien me dijo que estaba en Nicaragua!
—¡Ni la vera mi cuate!
—¿Por qué?
—Porque la mato la guardia junto a todos los miembros del Estado Mayor de León…
—¡Ah no, la que usted dice es Araceli Pérez Daria! Ella fue de los primeros (as) mexicanos (as) que se incorporaron al frente sandinista, y fue parte de la dirección de los ¨terceristas”.
—Pues sí, como le decía, les cayeron de asalto en una casa de seguridad y los mataron dándose pija contra la guardia. ¡Fue mí compa Genaro! ¡Por eso me amonesto la dirección del partido! Argumentaron que llevaba una vida personal muy desordenada.
—¡Aquello sí que me dolió! Porque si la quería a la compa. Pero eso fue en el 78, porque en 79, me sancionaron del todo.
—¿Y de la sanción qué?
—¡No joda! Si estuve cerquita de que me dieran mecha. ¡Fijate Genaro!: yo era miembro del Comité Central, y fundador del frente en San Agustín Tres Calles. Estuve en las más importantes operaciones militares urbanas de la organización en los años setenta: lo de Poma, el ataque a Villa El Carmen donde cayó Lito Arce, en la recuperación de las primeras armas, en asaltos bancarios, colocación de bombas en cuarteles y radioemisoras. Fui de los primeros que vino Morazán, cuando todavía vivía Lito Arce ¡No joda soy cuadro viejo de la organización! El problema es que en aquellos años me nombraron responsable de la logística y del trasiego de armas y personal desde el frente hasta Nicaragua. Ahí, mi misión era organizar traslados de gente y armas a través de Honduras. Nosotros enviamos algunos compitas y armas a Nicaragua pa’ la ofensiva final del 79, pero la causa de mi sanción se debió a que como yo era el conecte con los vendedores de armas en Honduras, en una de tantas me pusieron un cuatro los mafiosos y me birlaron el pisto. Lo jodido es que si’macito me capturan. ¡Era vergo de pisto!
—¿Cómo fue eso? Nosotros manteníamos enlace con los traficantes de armas a través de los compas hondureños. A veces nos conectábamos a través de los flacos, y otras veces de los gordos.
 —¡A la púchica! ¿Y quiénes eran los gordos y quienes los flacos?
—Eran los del Partido comunista, solo que a los maoístas les llamaban los “flacos” y a los pro soviéticos le llamaban los “gordos”, pero en general las organizaciones revolucionarias hondureñas estaban infiltradas por la DIN hondureña, por eso es que después nosotros optamos por crear nuestra propia estructura en Honduras al margen de los compitas hondureños ¡no joda, si la captura de Montenegro y Chicón y la caída de Juan se debió a eso! ¡Nosotros teníamos una estructura logística y una infraestructura económica paloma en Honduras!
—¡Sí pero contamé lo de la sanción!
—Bueno, pues esto fue porque estábamos amarrando un conecte con los traficantes de armas a través de un compa de los “flacos”. Resulta que aquellos hijos de puta traficantes estaban conectados con la DIN y con la CIA, entonces cuando llego al lugar del conecte ya estaban ahí esperándonos, como yo era desconfiado, mande por delante al compa de los “flacos” pa’ asegurar él conecte y yo lo espere por ahí cerca, como vi que no salió y note muchos movimientos raros alrededor de la casa donde se haría la entrega del dinero y ellos nos entregarían las armas. ¡Rápido salí en guinda! Ya estaba ahí el enemigo y ya habían capturado al compa con todo y el pisto. Ahí era dando y dando; vos entregabas el pisto y ahí mismo te daban las armas, entonces tenías que tener preparada la gente y las bestias o vehículos en los que se trasladaban los fierros. Capturaron al compa con todo y el pisto y el partido que me monta un juicio sumario con la Comandancia en pleno, por poquito me dan mecha. Atilio propuso que me jodieran pero otros compas de la dirección, propusieron solo mi suspensión en todas las responsabilidades.
—¿Pero que aquello no fue un hecho circunstancial? No era su culpa que las organizaciones hondureñas estuvieran infiltradas.
—¡Pues sí cuate! Pero como yo era el responsable de toda aquella red, les explique todo ese problema de los catrachos. ¡No consideraron mis argumentos! Me acusaron de ser flojo en la conducción, de liberalismo, de descuidado en las medidas de seguridad, de pijo de babosadas. Yo me defendí como pude, pero no aceptaron mis argumentos. Más me cargaron de acusaciones, porque no acepte todo lo que decía Atilio. ¡Vos aparte de ser irresponsable, eres prepotente! –Me dijo Atilio.— No joda, sí aquello se llevó al más alto nivel de la Comandancia General y si’macito me ejecutan.
—¿Y no le parece que eso es una injusticia?
—Pos si es que eso mismito pienso yo, que en el partido a veces se equivocan y siembran a los compitas por pura intolerancia, es que todavía cargamos mucho radicalismo y somos muy militaristas, Genaro.
—¡Mira vos! Eso mismo es lo que yo trato de hacerte ver, sobre el caso de Carmen y Augusto y de vergo de compas que han sido sembrados por no compartir las actitudes de ciertos mandos. Si el Seco Gustavo y Balta no son ningunos sencillos, y así como ellos hay otros.
—Pues si es que esas mierdas a veces ya no las entiendo, Genaro.
—Yo menos. ¡Si ser crítico no es ser revolucionario; ya no entiendo lo que es ser revolucionario!

Del libro HISTORIAS DE BARRO Y OTROS CUENTOS DE LA GUERRA EN EL SALVADOR





BREVE HISTORIA DEL CHELE CESAR
(4ª Parte y última resumida)

Genaro: Terminaste tu misión en Honduras ¿Luego que hiciste?
Chele Cesar: Regrese por mar a El Salvador y entre a Jucuarán. En esa ocasión traíamos un gran cargamento de armas en 5 pangas y también veían los nicas. Solo que como estaba picado el mar, solo llegamos dos, porque las otras 3 se regresaron. En mi panga venía “Charrascas” que se quedó hasta 1982 para la toma de Usulután.
Genaro: ¿O sea que te incorporaste de un solo a la Fuerza Militar?
Chele Cesar: Sí, porque cuando llegue a Jucuarán ya venía sancionado, y me integraron a una columna al mando de “Chicón” que llevaba la misión de atacar el Puerto del Cutuco desde el Volcán de Conchagua. Esto fue poco después del 10 de enero de 1981, que fue la vez que la aviación nos tiró bombas de Napalm que jodieron a varios compas. Esa misión fue bien accidentada porque el enemigo detecto nuestro avance desde Chirilagüa por población que dio el pitazo y tuvimos que regresarnos Jucuarán. Luego volvimos salir por otra ruta y llegamos a Conchagua con vergo de hambre y sed, porque casi no habíamos comido y se nos desertó casi toda la mara que venía de Morazán, y lo otro es que era un terreno desconocido por nosotros porque eran fincas y no teníamos bases de apoyo de ese lado del volcán, y ahí fue que el enemigo nos cercó y tuvimos que evacuar por el lado del mar, que fue la única salida que nos dejaron libre.
Genaro: ¿O sea que no se cumplió la misión?
Chele Cesar: Nada. Porque además nuestra misión dependía de los éxitos que se tuvieran en el ataque a otras ciudades, y en todos lados fracaso la ofensiva militar.

Genaro: ¿Después de Jucuaran que hiciste?
Chele Cesar: Nos convocaron a Morazán a fines del 81, cuando fue la Masacre del Mozote que se pidió un refuerzo para contener el gran operativo enemigo de Morazán que venía con “tierra arrasada”. Fue que llegamos con una columna donde venía Balta y Federicón. Y de ahí participe en casi todas las más importantes operaciones militares cuando se constituyó la BRAZ (Brigada Rafael Arce Zablah). Estuve en la toma de Cacaopera, de la Hacienda de San Carlos y Ciudad Barrios en el Cacahuatíque porque para entonces yo disparaba la punto 50. Luego en todas las grandes batallas del 82 hasta la “Comandante Gonzalo” cuando el aniquilamiento y captura del Coronel Castillo cuando se derribó el helicóptero, porque esa vez vine con una columna de Tres Calles que estaba al mando de “Gerónimo” (mi primo) y nos tocó contener el refuerzo por la calle negra bajo la dirección del “Comandante Carmelo”. Pero ya antes había estado en Tres Calles porque hicimos varios aniquilamientos a posiciones de la guardia y la policía en Usulután y participe con la fuerza de Tres Calles en la toma de Usulután donde cayó el Chele Gonzalo.
Genaro: ¿Te acuerdas que nos vimos por primera vez en Río Seco a fines del 82?
Chele Cesar: ¡Cómo no! Que agarramos gran jodarrea y repartistes parte de tus volados que traías en una gran mochila que llevabas en el lomo. Porque esa vez nosotros íbamos para Tres Calles y llevaba la misión de constituir la BRAZ en ese frente y vos ibas entrando a Morazán.

Tres calles.
ENTREVISTA REALIZADA EN EL
MES DE JULIO DE 2014
RÍO SECO

En Río Seco fuimos recibidos con un suculento desayuno que consistía en frijoles con arroz, sólo que esta vez complementados con revueltillo de huevo. En esas apuraciones me encontraba, cuando me abordo sin mayor protocolo un compa alto y chele, que haciendo honor a su estampa todos lo conocían como el Chele César. Era un compa alto, rubio y de ojos claros y muy dado a la dicharachera mexicana.
-¡Ay Chihuahua, manito¡ -me dijo bonachonamente. Qué tal si nos echamos un pulquito para bajarnos este bochorno...
-¡Órale pues, mi cuate, pero no te me rajes de al tiro! –le respondí.
Mientras jayaneábamos al estilo de la picardía mexicana me ofreció un trago de algo caliente que cargaba en su caramañola y que me supo a gloria. Era café, sólo que de a de veras y no de maicillo tostado, que es el que hasta ese momento me había acostumbrado a tomar en Jucuarán.
El Chele César, iba en misión de paso hacía Tres Calles. Hablar del Chele César es otra historia para todo un libro, por eso lo dejamos para otro capítulo…
Del libro HISTORIAS DE BARRO Y
OTROS CUENTOS DE LA GUERRA EN EL SALVADOR

Genaro: ¿Ya constituida la BRAZ en Tres Calles que hicieron?
Chele Cesar: Ahí formamos a la gente política y militarmente en una escuelita que forme en esa zona y participamos en un vergo de operaciones militares exitosas del frente sur, como fue la toma de Berlín en 1983. Porque ya después me volvieron a jalar a Morazán para formar aquella estructura encargada de los prisioneros de guerra, que era una estructura para el trabajo de inteligencia y contrainteligencia, porque ahí tuvimos al Coronel Castillo, al “Carnicero del Junquillo”, a Davalos, a los de la DIN hondureña que eran agentes de la CIA ¿Diana y Carlos el hombre de hierro? Y ahí estuve en esa tarea casi hasta la ofensiva de noviembre de 1989…
LA POYETA
Por los días del ataque a las posiciones de la “Antena”, nosotros nos encontrábamos asentados en la Poyeta del Mozote. La Poyeta era una pequeña meseta ubicada en la falda oriente del Caserío del Mozote y a media hora de camino en cuesta arriba desde la Guacamaya.
Era un lugar precioso en lo que a paisaje y cobertura contra medios aéreos se refiere. Abundaban los aguacates, zapotes y mangos. Para transmitir la señal de la Radio no había problema alguno, ya que estaba en una buena altura. Sin embargo, los nubarrones se anunciaron iniciando el invierno. Las primeras señales de que se avecinaban situaciones difíciles, se detectaron los días previos de la llegada a aquel campamento. Primero fueron trasladados una buena cantidad de compitas de la seguridad, a otras unidades y estructuras, por ser catalogados como gente problemática, y con “problemas de moral”; mientras que los más cansados y con problemas físicos fueron enviados al refugio de Colomoncagua. A las pocas semanas de asentados en aquel paraíso frutal, sin decirnos ¡agua va!, fuimos desarmados la mayor parte de los internacionalistas, y algunos no internacionalistas, como Marvín y a Marianita, la paisana y a la Marquesa, las trasladaron a la estructura de Prensa y Propaganda.
Por los primeros días de agosto se nos informó del asesinato de la Comandante Clelia por un supuesto internacionalista chileno, infiltrado por la CIA. Y pocos días después supimos de la captura de dos agentes de la CIA, infiltrados a través del DIN de Honduras: Diana y Carlos “el hombre de hierro”.
A los pocos días de aquella noticia, fuimos convocados a la Comandancia General a una supuesta reunión, que más me pareció una especie de advertencia de lo que podía sucederle a cualquiera que intentara conspirar contra la Comandancia y las estructuras del frente. Era lógica la reacción, pero fue muy torpe esa política persecutoria, porque sembró discordias y la desconfianza entre la militancia y miembros de las estructuras estratégicas.
En aquel evento, me volvía a encontrar con dos viejos conocidos: Chele César y William Negro. Ambos, venían escoltando a una guapa mujer que yo había visto ya en el norte de la Unión, durante la campaña, “Contra la agresión de Reagan El Salvador Vencera”.
Se nos dijo por parte de la conducción que ella formaba parte de una red de agentes de la CIA, que se había logrado infiltrar en el norte de la Unión, y traían como misión de asesinar a los miembros de la Comandancia General del ERP y destruir la Radio Venceremos con explosivos. La mujer era todo un pájaro de cuenta. Miembro destacado del DIN hondureño, y entrenada por boinas verdes para dicha misión.
Era hermosa y atractiva, pero no me inspiraba conmiseración alguna por el disgusto que sentía a causa de ser la causante de la captura de Odilón. Aquella presentación fue algo muy breve, casi simbólico, diría yo:
-¿Podrías decirnos tu nombre? –le preguntó el Chele César.
- Ninoska Alvarado, de seudónimo Diana –respondió temerosa.
-¿Cuál es la misión que traías encomendada? –pregunto el Negro William.
-Matar a los comandantes y destruir la Radio Venceremos…
-Eso es todo, pueden llevársela –Ordenó Mariana.
El otro miembro y jefe de la red, era un tal Carlos, conocido como “El Hombre de Hierro”. Su misión principal era destruir la Radio Venceremos y concretar el asesinato de los miembros de la Comandancia General del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Después de aquel raro evento, caí en la cuenta de lo que estaba pasando, y de lo que había sucedido con Odilón. Una de las cosas, más extrañas que me paso, después de haber sido desarmado sin decir “agua va”, fue que Chiquito de forma inexplicable me entrego los cassets donde estaban los interrogatorios en vivo de los dos agentes de la CIA. Supuestamente me los entregaba para que “los destruyera”. Desde luego que esto llevaba una intencionalidad, que hasta hoy, no he logrado aún desentrañar con claridad.
Lo cierto, es que en esos días vi muy acucioso sobre mi persona al Irra, que era el jefe de la seguridad de la radio, como que estaba tratando de descubrir algo en torno a mis tareas técnicas. Sentía que había como una especie de esquizofrenia persecutoria contra todos aquellos que de alguna forma habíamos tenido relación con elementos ligados a esta red de infiltrados ¿Posible a que eso se debía a la estrecha relación y amistad que tenía con Odilón?
Las guerras son duras y siempre se corre el riesgo de caer en los excesos, por eso no me atrevería a juzgar a muchos de mis compañeros, que en el cumplimiento de su deber, cometieron alguno excesos e incluso injusticias, como la que se cometió con Odilón, y que más adelante he de narrar.
Del libro HISTORIAS DE BARRO Y
OTROS CUENTOS DE LA GUERRA EN EL SALVADOR


Genaro: ¿En el frente nos vimos algunas veces y compartimos algunas responsabilidades juntos como en aquel operativo aéreo en aquella quebrada de Jocoaitique de 1985 que los cuilios estaba en el borde de la quebrada y nosotros abajo cocinando con aquellas cocinas vietnamitas? En esa ocasión se fugó un alcalde que luego recapturaron dos cipotes de la escuelita ¡Que operativo más yuca!
Chele Cesar: ¡Cómo no! Fue cuando andaba bien aguevado por lo del terremoto en México que me lo llevaba a cazar canechos a la quebrada, que casi le arrancan un dedo… (risas)

De la ENTREVISTA REALIZADA EN EL MES DE JULIO DE 2014
LAS GATEADAS DE CHICO

Por los primeros días de septiembre dio inicio un aparatoso operativo aéreo. A mi parecer fue la más paloma de toda la Guerra, en lo que a uso de los medios aéreos se refiere. Los desembarcos y bombardeos nocturnos fueron algo inusual en la guerra; pero en aquel operativo los presencié en pantalla grande y a todo color sobre Arambala.
Semanas antes de aquel bombardeo indiscriminado, fuimos avisados de un fuerte operativo aéreo y terrestre sobre el norte de Morazán. Nos dieron la orden de unirnos y subordinarnos a la estructura del Chele César, que era la más inmediata a nuestra estructura. El Chele por aquellos días, tenía bajo su responsabilidad la custodia de un grupo de alcaldes que habían sido hechos prisioneros en el contexto de la línea tirada por la Comandancia General del FMLN de quebrar el componente político del nuevo plan contrainsurgente.
Una mañana fresca de aquel invierno, hicieron acto de presencia los batallones de infantería por la Planta de Jocoaitique. Hacían dos patrullajes diarios por la Calle Negra: uno matutino y otro vespertino. La mayoría de personal bajo nuestra responsabilidad eran cipotas y alcaldes bajo la custodia del Chele y que eran prisioneros de guerra.
Por obvias razones estábamos obligados a evadir cualquier posible encuentro con el enemigo. Optamos por escondernos en una quebrada, al pie de la colina donde se encontraba asentado el enemigo. A buenas cinco de la mañana, ellos iniciaban su patrullaje aéreo y terrestre y era entonces el momento en que nosotros iniciábamos el descenso por aquel barranco. A los primeros de la columna se nos pegaban tremendas plastas de lodo en las botas, y a los últimos se les facilitaba el descenso porque de tal forma se lavaba la vereda, que terminaba convertida en tobogán.
Al fondo de aquel barranco corría un gran arroyo de aguas cristalinas que todos conocían como La Quebrada de Jocoaitique. El plan era que al sólo asomar la aurora, nosotros debíamos estar instalados en aquella joyada con todo el montón de cipotas verriondas y ahí encontrarnos con la gente del Chele. Las tropas enemigas estaban apostadas en la Planta de Jocoaitique, que pegaba justo frente a nosotros. La ventaja es que ellos no solían observar hacia abajo, donde nosotros permanecíamos en el día. Al caer la tarde, solíamos instalar unas hornillas al interior de una casa que al parecer los cuilios no miraban desde lo alto por encontrarse rodeada de por unas enormes palizadas de Ceibo. Yo sentía que aquel paso encerraba un tremendo riesgo para nosotros, no sólo por la cercanía y lo expuesto del terreno a la observación, sino por el hecho de arrastrar aquel montón de viejos, que eran uno de los objetivos principales de aquel operativo. No obstante la tensión permanente a ser detectados, con todo, aquel paisaje se presentaba ante mis ojos llenos de encanto y sugestión. Percibía un profundo sentido, algo revelador de no sé qué esencia guanaca en aquel trajinar de hombres y mujeres que se movían allí entre las sombras, seguros de su marcha, insensibles a su suerte y con el rifle al hombro. ¡Ambiente de misterio, de entendidos sórdidos y de treguas no declaradas!
El ocaso caía con más prontitud abajo que arriba, y más luego se oscurecía en aquella quebrada. Un enjambre de lucecitas de cigarros se movía como luciérnagas sobre el llamear de las fogatas al caer la noche. Aquellas luciérnagas zigzagueantes cerca de nosotros, paraban a veces su bailoteo haciendo refulgir desde la profundidad de las sombras los rostros morenos esculpidos en resplandores y reflejos de cañones de fusil. El ronroneo de los últimos helicópteros ondulaba la cresta de los cerros extendiéndose como mar bajo el ámbito inmenso de los astros. Los coyotes, nos mandaban desde lo más oculto sus aullidos tristes, famélicos e intermitentes, como por treguas… Concluida la jornada de espera y la fabricación de los alimentos, regresábamos nuevamente al campamento de origen y así repetir la rutina por días y semanas.
Al correr de los días aquella dinámica se hizo desgastante y terriblemente riesgosa por el tipo de personal que traíamos bajo nuestra responsabilidad. Era una verdadera calamidad jalar con un montón de cipotas verriondas y los ancianos que además nos consideraban enemigos.
Una de aquellas fastidiosas mañanas de lluvia se nos rebeló una compita alfabetizadora. Mariíta era una cipota conflictiva y rebelde, pero excelente como alfabetizadora. A causa de aquel acto de rebeldía, se nos comenzaron a rebelar otras cipotas que se sentían agobiadas por aquella dinámica de sube y baja por un barranco que además de empinado, más parecía un tobogán de lodo.
Si bien comprendíamos la situación calamitosa que producía aquella dinámica, también entendíamos que no podíamos someternos a los caprichos o imprudencias de ninguno de aquellas cipotas. Más aún, no contábamos con personal de combate suficiente para un encuentro con el enemigo. Entonces, aquel acto de rebeldía nos puso en un verdadero predicamento y riesgo de ser ubicados por el enemigo. Tampoco podíamos dejar ahí a la compa y bajar al barranco con el resto. De cualquier forma era un riesgo el hecho de que la compa fuera a ser capturada y el enemigo se percatara del tipo de personal que maniobraba en nuestra columna. Por cierto que los dichosos alcaldes estaban concebidos en aquel entonces como piezas claves de los planes contrainsurgentes. Rescatarlos era parte del esfuerzo principal de aquel operativo. Bueno, el otro objetivo, el principal en ese momento, era detectar a la Comandancia General del FMLN que por aquellos días deliberaban en nuestro frente.
En aquellos apuros nos agarró el día al filo de aquel acantilado, con el ronroneo de los helicópteros sobre nuestras cabezas y sin mayor cobertura que unas matas quemadas de henequén. Suerte que a aquel helicóptero le diera por lanzar roquetazos a diestra y siniestra sin objetivo claro y definido, provocando un pavor tal en aquellas cipotas que de puras nalgas bajaron por aquel tobogán hechas un pedo. Después de aquel incidente, las maniobras por aquel barranco se hicieron muy ágiles y se acabaron los reniegos para bajar.
En otro de aquellos días que nos encontrábamos embutidos en aquella joyada, enviamos, a las cipotas del curso a que apoyara en las faenas de cocina. Se llamaba Gilda. Era la más bonita de aquel pelotón y varios lagartones de nuestra estructura y la del Chele le andaban sobres. Entre ellos había uno de nombre Chico, que gozaba de cualidades semejantes a las de Leonardo; con otra más, que le gustaba gatear. Al parecer había estado tratando de cuentear a la cipota y ésta de seguro que le dio alguna señal o éste simplemente quiso aplicar la táctica guerrillera para caerle de asalto. Para la mala suerte del tal Chico, la compa fue asignada a la faena de cocina y estaba ausente de su champa. A Leonardo, que era medio confianzudo y le gustaba meterse a la champa de las compas, se le hizo fácil acostarse en aquella champa. Ya para la oración, llegó Chico a la champa y entre susurros, besos y abrazos, comenzó a hablarle al oído: Ay, si desde que te conocí me has gustado... y bla, bla, y glu, glu, y mua, mua,... Leonardo que se encontraba en el quinto sueño, se levantó asustado y medio adormilado -Bueno, hijo de p... ¿qué es lo que te pasa? –le dijo a Chico.
Aquel pobre muchacho salió de la champa hecho un pedo y hasta el nylon se llevó arrastrando en el lomo. Aquel Chico no se la acababa con la jodedera que le armaban los compas después de aquel episodio de romance con Leonardo. Por nuestra estructura nunca más se hizo presente, y cuando por algún accidente se cruzaba con alguno de nosotros, salía disparado como tapón de sidra de la vergüenza que sentía. Bueno, al final de cuentas Chico se fue en la chicagüita por lagartón y Leonardo probó una sopa de su propio chocolate por andar de achucuyado con las compas.
Del libro HISTORIAS DE BARRO Y OTROS CUENTOS DE LA GUERRA EN EL SALVADOR

Genaro: Y de aquellas tertulias que pasábamos en la Montaña donde te enviaron una remesa de cerebros defectuosos para que los rehabilitaras ¿Te acuerdas? (Risas)
Chele Cesar: ¡Sí hombre! Puta que vergón nos la pasamos y se suponía que todos ustedes iban como sancionados por la organización porque supuestamente tenían problemas de moral. Pero solo jodiendo pasábamos con aquella Chaparra y la Ruth que eran del PRTC y hasta hacíamos reír a la Carmencita que en esos días andaba bien empurrada ¡Que es que decía la comandancia que tenían problemas de moral (risas)…

¡CUANDO LA HISTORIA NO SE ESCRIBE CON LA PLUMA,
SE ESCRIBE CON EL FUSIL!
Por aquellos días, el tiempo me rendía en abundancia. Solía leer libros, contemplar la naturaleza en todo su esplendor, conversar largo y tendido con el Chele Cesar y escuchar la transmisión de la Venceremos. Aquel día 22 de enero de 1988, se celebraba el 56 Aniversario de la Insurrección y Masacre de 1932, en la que habían sido asesinados Farabundo Martí, el Indio Ama y Francisco Sánchez…
En aquel Centro de rehabilitación de cerebros defectuosos convivíamos muchos viejos conocidos de estructuras estratégicas: Augusto Popochas, Carmen la Colocha; dos compitas internacionalistas del PRTC, Alejandra la Chaparra y Ruth la inglesita; el Chele Cesar, Sarita que fungían como responsables de aquella estructura, en fin.
Al menos yo tenía una gran ventaja sobre todos aquellos compas que estaban en la lista de espera para su salida del frente. Era un gran chero del Chele y tenía suficiente confianza para expresarle mis desacuerdos con el partido, sin que tomara represalias. Lo extraño del asunto era que todos los problemáticos, o éramos internacionalistas o urbanos.
-¿Qué ondas Chele de que se trata esta mierda? –le pregunte al solo llegar.
-¡Vamos a estar cachimbón aquí mi cuate, al solo que se vayan los cuilios vamos a comer carne de venado o de pisote solo!
-No estoy hablando de carne de venado, te estoy preguntando sobre mi situación actual. -¿O ya no somos cheros? -¿De qué se trata esto?
-Es que la Comandancia a detectado algunos problemitas ideológicos en los compitas y me plantearon hacer un último esfuerzo pa’ recuperarlos al proceso revolucionarios...
-¿Recuperarlos o domesticarlos? -Haber explícame esos problemas de ideología que dice el partido que tenemos... ¡Hasta hoy no los ubico todavía!
A mí me explicaron que existen algunos problemitas de sobrevaloración –dijo el chele. -Es que los compas como saben que tienen un buen nivel cultural y saben vergo de cosas sobre muchos temas. Pa’ mí que su problema es que aquí no logran aterrizarlos a las necesidades del proceso. -¡yo veo aquí un vergo de compitas que sin tantos conocimientos no le ponen tantas argumentaciones, pa’ realizar una tarea! -¿Yo pienso Genaro, que más bien hay un poco de desmoralización e indisposición a las tareas? Y bla, bla, bla…
-¡No jodas chele! –Es como sí quisieras comparar la manzanilla con la terramicina. -¿Qué quieren? Qué compas como Carmen renuncie a ser arquitecto y se asuman como cualquiera de nuestra compitas del campo para ser revolucionaria, hay que echarle entonces la culpa a Carmen por haber tenido la oportunidad de ir a la universidad y no haber aprendido a echar tortillas como el grueso de nuestras mujeres guerrilleras ¡Hay tiene el caso de Doroteo (Herbert Anaya Sanabria), un hombre con una gran capacidad política y cultural, revolucionario a toda prueba, porque al solo irse del frente se convirtió en el Presidente de la Comisión de Derechos Humanos. ¡Lo echaron por indeseable y resulta que el hombre era un revolucionario integro!
-¿Usted dice aquel Doroteo de los Torogoces?
-¡El mismo! de aquí se fue por sobrevalorado, prepotente y por no sé qué otras yerbas más que le acomodo el partido y allá afuera el enemigo lo perseguía por su labor humanitaria y por su compromiso con los presos, perseguidos, desaparecidos y asesinados por motivos políticos. ¡Es de la misma remesa de urbanos con los que llego la Colocha. ¡No jodan! ¿En la ciudad el hombre, es un hombre con alto sentido de sensibilidad humana y aquí es un echomierda? ¿Están mal compa? No hay tales problemas de ideología, somos revolucionarios y nos estamos jugando el pellejo como el resto de compitas campesinos ¡Simplemente no somos sumisos, ni tenemos vocación de pendejos! ¡No hay tales problemas de ideología; tenemos la misma ideología! Luchamos contra el capitalismo explotador, por acabar con las injusticias, contra el militarismo, por las libertades del pueblo. ¿Cuál es entonces el problema de ideología que tenemos? ¡Los problemas son otros y los tienen otros!
-¡Cabalito, pienso yo igual que usted Genaro! Es que yo no veo problemas en la ideología, a mí me los mandan porque disque hay algunos problemas de desmoralización y porque cuestionan mucho las ordenes de los mandos –me dijo. -Ya me canse de platicar con la Colocha. ¿No le hallo por donde mí cuate? ¡Ya que está aquí écheme la mano con esa mara!
-Seguro que su responsable de la Colocha era el Seco Gustavo. ¿Qué no?
-¡Si!
-¡No joda! –Quien no se va desmoralizar con mandos como el Seco Gustavo; como Balta y pa’ que te sigo la lista. Voy a platicar con ellos pero le repito que yo no creo que el problema de ellos sea un problema de ideología. Si acaso tenemos diferencias en los métodos de conducción y en las actitudes de algunos mandos.
-¿Y las compitas del PRTC, qué ondas?
-¡Es casi el mismo problema!
-Vaya, yo que pensé que estos problemas solo se daban en nuestra organización. Pero, donde quiera se cuecen habas.
Del libro HISTORIAS DE BARRO Y OTROS CUENTOS DE LA GUERRA EN EL SALVADOR

Genaro: Después de aquello recuerdo que regrese a la Escuela cuando la dirigía Juancito ya en los preparativos de la ofensiva de 1989 ¿Y usted que hizo en ese tiempo?
Chele Cesar: Yo estuve un tiempo todavía en la Montaña apoyando algunos esfuerzos logísticos para los preparativos de la ofensiva de noviembre, porque ya los prisioneros que teníamos se habían entregado mediante negociaciones con el enemigo. Y ya luego me volvieron sacar hacia Honduras a desarrollar tareas parecidas a las que estuve realizando la primera vez, antes de que me sancionaran. Después de la ofensiva vino lo de la negociación y los Acuerdos de Paz y yo me desmovilice en Morazán, pero de ahí me fui para Tierra Blanca donde constituimos la Cooperativa camaronera con otros compas en lo que había sido la Hacienda La California, ahí donde llego usted que era el casco de la hacienda cuando las cipotas estaban todavía pequeñas. Ahí trabaje bastante para construir los estanques de camarón, porque esos antes habían sido una salinera de los Palomo. Entonces era el presidente de la directiva, donde estuve casi todo el noventa dirigiéndola hasta que me fui a Estados Unidos como ilegal. Porque antes de irme estuve en su casa tratando de conseguir aquellos camiones de carga para la cooperativa, donde aquel que se llamaba como usted en la guerra, me jodió con el pisto que me había donado “Maravillas”
Genaro: Si me acuerdo que usted se fue bien aguevado esa vez, y más aguevado estaba yo porque fui yo el que le busque el contacto para ese negocio. Pero fíjese, ese baboso había sido compa antes, y era hijo de un guerrillero legendario mexicano, pero que luego termino haciéndose bien mafioso. Pero como yo esa parte ya no se la conocí porque yo lo conocí cuando era activista de izquierda en los años setenta. ¿Cuándo podía imaginarme que nos iba a bajar con el pisto? Bueno, me acuerdo que después de eso usted volvió a venir a pasar una capacitación sobre panadería y repostería que se la dio la hermana de Albertón en Sinaloa ¿Y ya después le perdí la pista un tiempo hasta que nos volvimos a ver en Maryland por el 2000?
Chele Cesar: Pues si es que yo le busque mil formas para sacar adelante el proyecto de la cooperativa, pero cuando vi que eso se complicaba decidí buscar mi opción más personal, porque ya bien endeudado y con mis cipotes creciendo y en medio de una gran crísis, porque acuerdese que yo tenía que ver también por la Mayensi que era la hija mayor (hija de Amelia Ostorga). Por eso me tuve que ir a Estados Unidos, y luego me jale a la Mayensi que fue cuando usted me ayudo a pasarla y estuvo un tiempo en su casa, con su mamá.
Genaro: ¿Dice la mara que luego usted entro a trabajar para el Pentágono? (risas)
Chele Cesar: Pues sí. Pero hay mara chambrosa que solo habla por joder. Lo que paso es yo trabajaba para una compañía constructora que nos dio la tarea de cambiar unas placas de asbesto del techo de ese edificio. Yo creo que fue por esa m… que después me vino el cáncer de los huesos. Pero eso fue después de la primera vez que usted fue a Maryland, que fue cuando estuvimos en la casa de la familia de Pacheco en una navidad. ¿No me acuerdo en que año fue pero fue ya en el 2000?; y luego la segunda fue cuando estuvo en la casa donde habían unos hondureños que yo trabajaba para una empresa de lavandería ¿Creo que esa vez fue a presentar unos libros?
Genaro: ¡Que puta! Estaba igual en una crisis perra y sin trabajo. Fui a buscar pisto también, y lo que fui vender unas cajas de tabaco cubano a Washington, porque ya estaba mi hija conmigo y como la mamá me la dejo, no tenía muchas condiciones económicas para atenderla ¿No se acuerda que me puse a trabajar en la construcción con un Argentino que me quiso bajar con el pago? Pero ya eso fue la segunda vez que me estuve quedando también en la casa de Teto.
Chele Cesar: ¡A pues sí! Lo que pasa es que ya me pego la del alemán (risas). Pues a mí me fue más peor después, porque tuve el problema con la mujer que se fue conmigo de Tierra Blanca y perdí la casa que tenía porque pase un año preso, y saque otra casa que igual perdí cuando se vino la crisis de las hipotecas en el 2008, que fue que ya no conseguía trabajo, ni tenia pisto ¡Estaba en otra gran crisis! Por eso es que me vine de regreso ya para cuando estaba entrando Funes en el gobierno…
De la ENTREVISTA REALIZADA EN EL MES DE JULIO DE 2014